Son las 1:20 de la mañana del 26 de octubre, y acabo de levantarme de la cama, despues de cinco horas de sueño para poder hacer estas notas y poder subirlas más tarde aquí en el blog. Necesito hacerlo ahora, y sobre todo porque despues estaremos cortas de tiempo.
Primero quiero hablar sobre el recorrido, ya que fue toda una sorpresa. Nosotras creíamos que el avión tomaría por el Pacífico, y realmente iría directo hasta Kuala Lumpur, y luego a Bangkok. No, no fue así. Nuestra primera parada era Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Yo no lo podía creer, además de estar viniendo al Oriente, íbamos a pasar por Africa. Too much for me, para mis historias relacionadas con ese contienente, con mis investigaciones acerca del origen del blues, mi amor por ciertas autoras afroamericanas.
Cuando llegamos allí tuvimos que bajar y estar como una hora y media en tránsito. Apenas llegamos al salón lo que vimos fue un negocio que se llama “Out of Africa”. Noo, no se pueden imaginar cómo me enamoré de ciertas cosas que había allí.
Justo le fui a preguntar unos precios a un muchacho llamado Antonio, congolés y que resultó saber español, ya que vivió tres años en La Habana, no dijo ni Cuba ni pronunció Havanna, dijo La Habana.
Charlamos un rato sobre la situación econòmica de Argentina, ya que me lo preguntó, y fue muy raro ese rato allí adentro.
Como era de esperarse en un Free Shop, todo muy caro para mi sed de “fetiches” de esos recuerdos (souvenirs) que solamente tienen un sentido mientras la v ida de una se la da (creo que leí una línea al respecto hace unos días en un libro de Walter Benjamin que me compré en Buenos Aires).
Pudimos comprar un CD de música, yo un par de colgantes que me encantaron (haunted me) y un par de otras cosas.
La segunda parada, pero yo decidí quedarme en el avión y la Ire se quedó porque olvidó el pasaporte y al querer salir ya le habian cerrado la puerta, fue en Johannesburg. La que bajó fue Susana Bartolomé, con quien viajamos desde Rosario, y que salvo decirnos que había precios más bajos, no nos dijo mucho más. Eso sí: caminó, caminó y caminó.
Luego vino Kuala Lumpur en Malasia. Todas las referencias a Sandokan fueron hechas cuando comenzamos a salir del avión. Allí debimos esperar cuatro horas para nuestra conexión a Bangkok.
Lo bueno fue que en el avión “nos reconocimos” con una compañera de Uruguay, Elsa, que trabaja en el Instituto del Tercer Mundo, y que venía del Foro, conocía nuestro trabajo de RIMA, y me “reconoció” como la productora del boletín de AWID, “enLACes”.
De allí a Bangkok, dos horas más, ciudad a la que llegamos a las 11:15 del martes 25, ya perdidas en los cambios horarios, en las lenguas, en los símbolos.
1 comentario:
oh!
que buena aventura...
me alegro que el viaje haya sido TAN bueno.
Saludos de chile.
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